¿En qué idioma piensas? Qué ocurre al pensar en un idioma extranjero

Un idioma para cada situación

Durante una entrevista a Zlatan Ibrahimovic, justo después de la publicación de su tercer libro “Adrenalina”, el delantero “rossonero”, el fútbolista hablaba de cómo sus pensamientos se desarrollan en un idioma u otro, dependiendo de la situación en la que se encuentre. “Depende” comentaba, “en el campo no puedo pensar en sueco; es demasiado amable, necesito agresividad. Así que pienso más bien en eslavo, tal vez en italiano o inglés”. ¿Es cierto? ¿Qué ocurre al pensar en un idioma extranjero?

Publicaciones científicas en el área de la lingüística, efectivamente, confirman la idea comentada por el futbolista sueco. Entre otros, los estudios de Pinker, detallan que el ser humano crea una imagen del mundo físico y del mundo social que no corresponde al flujo de sensaciones provocadas del ambiente externo, sino que se crea a partir de un repertorio limitado, identificable y por sí ya presente en nuestro cerebro, de palabras y vocabularios.

El idioma que hablamos (y que utilizamos para pensar), de hecho, afecta nuestros comportamientos y nuestras acciones. Esto explica cómo algunas poblaciones tienen características únicas, desde el punto de vista comportamental, que otras no tienen. El idioma hablado afecta incluso nuestro humor. Los japoneses serían más desconfiados, porque colocan el verbo al final de la frase, y, por lo tanto, el interlocutor tiene que esperar que la frase termine para conocer el significado. Este proceso ha desarrollado, con el tiempo, una sensación de desconfianza.

Idiomas extranjeros en nuestro diálogo interior

Volviendo a las palabras de Ibrahimovic, estas últimas deberían ser de gran advertencia. Si queremos cambiar nuestro humor y nuestros comportamientos, tendremos que cambiar la manera de hablarnos a nosotros mismos; nuestro “diálogo interior”. Si queremos, por ejemplo, ser más determinados, podemos empezar con el lenguaje con el que pensamos, qué palabras utilizamos y cómo formulamos nuestros pensamientos.

Todos aquellos que hayan aprendido un idioma extranjero, saben que pensar en algo que no sea su lengua materna requiere de más esfuerzo. Varias investigaciones explican que nuestras imágenes mentales cambian cuando usamos una lengua extranjera. El uso de un idioma extranjero durante el proceso de desarrollo de pensamientos, además, afecta muchos aspectos de nuestras experiencias que van desde la respuesta emocional a la toma de decisiones.

Pensar en inglés, te hace un poco más “inglés”, te acerca a sus maneras de ser y de vivir. De hecho, el lingüista americano Whorf, adoptó un punto de vista tan extremo como pensar que si en un idioma existía una palabra para describir un concepto determinado, entonces los que no hablan dicho idioma no serían capaces de comprender ese concepto.

Pensar en otro idioma, puede que no sea tan sencillo como parece, de hecho, es un proceso tan largo como la voluntad de sumergirse en ese idioma, de comprender los detalles que lo caracterizan y los sonidos únicos que incluye. Sin embargo, el cerebro es un músculo modulable, que se puede adaptar según como lo “nutrimos”. No olvidamos a Pinker: nuestro ser, no es solamente un resultado del encuentro de “nosotros” y “el mundo”, sino también el fruto de la elaboración del mundo que nos rodea y de cómo hablamos a nuestro cerebro.

Mejorar el inglés a través de los pensamientos

¿Tenemos que mentirnos a nosotros mismos? Pues, decir a nuestro cerebro que puede hablar inglés, pensando en inglés, nos puede afectar tanto, como creer que podemos manejar ese idioma desde el día uno, lo que, a largo plazo, lleva a increíbles mejoras sin darnos cuenta.

Stay Cool 🙂

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